- No sé de qué te quejas, si en el fondo te encanta. Encuentras el placer en un poco de dolor.
- Eso no es así… - Intentaba disimular – Aunque podemos comprobar si te pasa a ti también.
- ¿Cómo? – pregunté intrigada.
- Así… - dijo a la vez que me levantaba y me mordía un pezón.
Me quejé al igual que él, pero le
contesté chupándole lentamente un dedo. Sabía que eso le excitaba en exceso y
por eso lo hice. Se le aceleró el pulso y su corazón marcaba el ritmo de cada
lengüetazo. Se agarró a mi espalda haciéndome sentir sus uñas y apoyó la cabeza
en mi cuello.
- Creo que necesitas un poco de jabón por todo el cuerpo – decía tranquilamente mientras rozaba con los dedos mi clítoris.
- ¿Eso crees? – Contesté un poco alterada debido a la excitación del momento.
- Sí…
Sin duda. Tranquila, que yo puedo ayudarte – inmediatamente se le dibujó una
gran sonrisa en la cara. - Creo que necesitas un poco de jabón por todo el cuerpo – decía tranquilamente mientras rozaba con los dedos mi clítoris.
- ¿Eso crees? – Contesté un poco alterada debido a la excitación del momento.
Cogió un poco de gel y con sus manos
lo repartió por mi cuerpo. Empezó dándome un masaje por el cuello para después
ir bajando hasta mis pechos y masajearlos hasta saciarse. Empujó su cuerpo
hacia el mío, que estaba a espaldas del suyo, y sentí su miembro entre mis
nalgas. Con un brazo rodeó mi cintura y con el otro fue bajando por mi vientre
hasta llegar al final de éste y al principio de la sonrisa vertical. Se limpió
los dedos en el agua y deslizó uno de ellos por el principio de mi vagina. Lo
introdujo y me provocó un leve gemido. Siguió metiéndolo más fuerte y lo sacó
de golpe. Rozó mi clítoris con cariño y despacio recreándose vilmente. Mientras
seguía haciendo movimientos circulares con su dedo, mordió mi oreja e introdujo
la lengua dentro de ella. No pude controlar el orgasmo que se apoderó de mí
durante varios segundos.
- Te lo dije, pequeña. Volviste a perder – se enorgullecía de sus magníficas técnicas de amante.
- Pero… No es justo – protesté.- Te lo dije, pequeña. Volviste a perder – se enorgullecía de sus magníficas técnicas de amante.
- ¿Por qué no lo es?
- Porque lo digo yo, ¿Te parece motivo suficiente?
- No – dijo después de reírse – aunque seré bueno, cumplirás tu parte del trato otro día, ¿Te parece bien?
- Si no hay más remedio… - le contesté mientras me daba un tierno beso en la frente.
Salí de la ducha y cogí una toalla
para envolvérmela alrededor del cuerpo, aprisioné mi melena para quitarle un
poco de agua. Él me miraba atontado y justo en ese mismo instante me hubiera
encantado saber qué estaba pensando.
- Me voy a hacer un café, ¿Quieres algo? – le pregunté amablemente.
- A ti.
- Tonto… Decía de beber.
- Me voy a hacer un café, ¿Quieres algo? – le pregunté amablemente.
- A ti.
- Tonto… Decía de beber.
Le besé en los labios y le acerqué
otra toalla para que pudiera secarse. Me fui a la cocina y encendí la cafetera.
Nunca me había gustado el café realmente, pero últimamente tenía la extraña
necesidad de beberlo. Se podría decir que caí en sus redes. Preparé un poco de
leche caliente y vertí el café ya listo en ella, sin olvidarme de echar unas
cucharadas de cacao en polvo que tanto me gustaba.
Fui con la taza de café hasta la
habitación. Cuando entré le vi tumbado boca abajo y desnudo, parecía estar
dormido. Dejé la taza en el escritorio y busqué la cámara de fotos con cuidado
para no hacer ruido. Me alejé un poco de él y saqué la fotografía.
- ¿Pero qué haces, estás loca?
- Sí, pero por ti… Es que entré en la
habitación… Y te vi tumbado desnudo… No pude resistirme. - ¿Pero qué haces, estás loca?
- ¿Y qué piensas hacer con esa foto?
- Venderla, está claro.
- ¿Ah, sí? ¿Has abusado de mí solo para vender una foto mía desnudo? Qué mala… - antes de terminar de hablar me agarró empujándome hacia él y me miró fijamente a los ojos – Eres única – dijo muy serio.
- Lo sé – contesté segura de mí misma.
- No, en serio. Eres única, ojalá siempre seas así y pueda estar a tu lado para observarlo. No te haces ni una ligera idea de lo especial que eres ni de cuánto me importas – parecía emocionado.
Le abracé y nos tumbamos juntos en la
cama. Él apoyó su brazo en mi cadera y me besó en la mejilla. Apoyé mi cabeza
en su pecho y me dormí escuchando los latidos de su corazón.