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jueves, 4 de octubre de 2012

Pensando en pensarte

Y después de tanto tiempo vuelve a entrar en tu vida esa persona que un día formó gran parte de ella. Está arrepentida, sabe que ha hecho mal y lo asume, mas tal vez sea demasiado tarde para poder perdonar. En un instante la razón tiene un duelo a muerte con el corazón. ¿Quién vencerá? ¿Será necesario coger la balanza de la coherencia para equilibrar los malos momentos con los buenos? 

La vida es una dura prueba en la que nos embarcamos sin saber las razones. Venimos solos y nos vamos igual que vinimos. No nos dan ningún manual de instrucciones, ni siquiera nos dejan una vida de prueba como en los videojuegos. Algunos no logran ir superando los niveles, son más fuertes que ellos mismos. Otros dan tumbos de un lado para otro sin un rumbo fijo en toda su existencia. Y por último están los valientes, esos que saben que es una camino de rosas con las espinas muy afiladas pero que no se achantan. Luchan disfrutando de cada día como su fuera el último.

Yo no sé de qué tipo de personas soy, la verdad. Aunque si sigo aquí significará algo, querrá decir que aún no me he rendido. Seguramente será por mi gran cabezonería, no me sorprendería. Sólo hay una cosa que sí tengo clara: prefiero pedir mil veces perdón que pedir una sola permiso.

Los humanos tenemos la constante manía de cagarla una vez tras otra. Tropezar con la misma piedra más de una vez, incluso más de tres. Nos equivocamos sin darnos cuenta o siendo totalmente conscientes, pero lo hacemos. Siempre me han dicho que las segundas partes nunca fueron buenas, pero cuando quieres a una persona que te hizo tantísimo daño... ¿Será aconsejable darle una segunda oportunidad? Tal vez haya cambiado, quién sabe. Lo que no se puede hacer es juzgar sin conocer. El dolor, al igual que el miedo, paraliza. Si esa persona en su día te dio una infinita cantidad de buenos momentos que aún se conservan en la caja de los recuerdos, ¿Por qué no intentarlo de nuevo? Será duro, sí. Mejor dicho, será jodidamente duro, pero es lo único que tienes. Podrías echarla de tu vida, castigarla por la eternidad por su 'horrible crimen', mas lo que nunca podrás hacer es sentirte mejor por no saber perdonar y mucho menos olvidar. 

He cometido muchos errores a lo largo de mi corta vida, muchísimos. He sido estúpida, he jugado con los sentimientos de los demás y he hecho como si todo a mi alrededor me diera igual. He juzgado de antemano sin conocer a la persona. He tratado mal a otros que tal vez me han tratado con sumo cariño. He hecho daño a aquellos que me quieren, también les he hecho llorar. He actuado como una niña pequeña que sólo es capaz de luchar por su propia felicidad. He sido egoísta  incluso maleducada. He sido muchas cosas que pueden rondar tu mente, incluso otras que jamás se te pasarían por la cabeza. No podría decir que he sido una persona modélica, que he sido más buena que el pan, porque entonces estaría siendo hipócrita. Lo que sí podría decir es que todo lo que he hecho mal me ha servido para aprender y madurar. Un mal acto equivale a una buena lección si se sabe ver el fallo. No diré que siempre fui capaz de pedir perdón, he de reconocer que en ocasiones mi orgullo me domina.

En ocasiones no fui capaz de dar una segunda oportunidad a aquellos que me la pidieron, no me vi preparada. Ahora en algunos casos me arrepiento de no haberlo hecho, pero todo tiene una razón. Nada de lo que pasa es por casualidad. Todo lo que ocurrió en mi pasado sucedió porque tenía que ser la persona que ahora mismo soy. No estoy orgullosa de muchas cosas que hice, pero tampoco me avergüenzo. Son una parte más de mí, esa que ahora es sólo un viejo recuerdo que me sirve para no volver a tropezar.

Cuando te pidan una segunda oportunidad valora los buenos momentos junto con los malos. Valora cuánto mal te hizo esa persona y si en verdad te merece la pena. Piensa que si decides perdonarla deberás dejar todo atrás. No tendrás que echarle en cara todo lo que hizo o lo que dejó de hacer, sino apoyarla. El hecho de discutir con ella no te hará ser mejor persona, ni tampoco calmará tu dolor. Y por último, trata de ponerte en su lugar. En su día tú también te equivocaste y seguro que deseaste que te dejaran demostrar que cambiaste. Trata a los demás como quieras que te traten a ti.

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