- Cariño, ¿Por qué no compramos un castillo para vivir como reyes?

+ No, mejor compramos un manicomio y follamos como locos.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Dame amor (parte 2)

- Jugaremos a un juego... ¿Quieres? - puse cara de niña pequeña inocente, la había ensayado tantas veces que ya era una parte más de mí.

- ¿Qué juego?

- Se llama 'quién aguanta más sin llegar al clímax', el que pierda tendrá que hacer lo que el otro le ordene a lo largo de la noche. ¿Estás de acuerdo?

- Mmm... Si no queda más remedio... - realmente parecía apenado, aunque en realidad ardía de deseo.

Rocé mi clítoris a lo largo del tronco de su erecto pene en un continuo vaivén vertical. Le mordía suavemente uno de sus pezones mientras con una mano rozaba el otro. Notaba su ardiente mirada, elevé la cabeza y le besé. Volví a restregarme fuertemente contra su miembro y noté cómo se estremecía debajo de mí. La lujuria corría fugazmente por mis venas y me oprimía el pecho a la vez que torturaba a mi cuerpo hambriento. Con mi mano dirigí su miembro recreándome especialmente en el clítoris. Él entrecerraba los ojos aguantándose las ganas. Acerqué la punta a la entrada y presioné débilmente, después lo volví a sacar. Volví a repetirlo varias veces, pero cada vez más lento y prolongado.

- ¿Piensas seguir torturándome durante más tiempo? - consiguió decir a duras penas.

- Todo el que sea necesario.

Sin decir nada más introduje bruscamente su miembro en mi vagina. Ahogué un grito de placer en su pecho mientras él suspiraba rápidamente. Le noté dentro de mí cada vez más profundo y caliente. Bajé la cabeza hacia sus labios para morderlos y besarlos en pleno frenesí. Mi larga melena tapaba parte de su rostro, por lo cual me elevé para recogérmela en una coleta. Al ponerme recta sentí una fuerte embestida en lo más hondo de mi ser. Grité de placer derrumbándome encima de él.

- ¿Qué pasa pequeña, no lo tenías todo bajo control? - dijo burlándose vilmente.

- Te... Te... estás vengando... - logré pronunciar antes de que volviera a arremeter con otra gran embestida.

- Adoro verte tan cachonda y a mi merced, no te haces ni una ligera idea de lo mucho que me excitas.

Decidí darle una tregua y soltarle las manos.

- Ahora me toca a mí - le encantaba mostrarse seguro.

- Me apetece a lo perrito... - fingí falsa timidez.

Sus ojos se iluminaron, sabría que reaccionaría así, es tan simple como el mecanismo de un chupete.

- Muy bien cariño, ponte a cuatro patas como la perra que eres - dijo fuera de sí.

Me puse tal y como me había dicho, pero liberando a mi larga melena. Subí un poco el culo y abrí las piernas. Su mano se recreó en una de mis nalgas, giré la cara y vi cómo se relamía tan solo con rozarla. Me penetró suavemente, sin prisa pero sin pausa, disfrutando del placer. Al principio sentía solo la punta, pero después noté cómo se iba haciendo paso penetrándome fuertemente. Sentí la necesidad de agarrarme a la cama sino quería desvanecerme ahí mismo. La velocidad fue aumentando a medida de que mis suspiros entrecortaban mi respiración. Comenzó a darme azotes en las nalgas y a clavar las uñas en ellas. Se agachó envolviéndome con su cuerpo y su mano habitó en mi clítoris durante varios minutos. Lo recorría en círculos con las yemas de los dedos, suavemente, e incluso bajó un poco más uno de sus dedos hasta rozar su miembro. Con ambas manos presionó mi vientre haciéndome sentirle en lo más recóndito de mi ser. Una fuerte oleada de calor se apoderó de mí. Intenté controlarme y no dejar que me dominase, aún recordaba el juego, pero todos mis intentos fueron en vano. Un terrible cosquilleo se apoderaba de mi clítoris expandiéndose a lo largo de mi cuerpo. Gemí incontroladamente, sin casi poder respirar, y él aumentó la velocidad de la penetración haciéndome perder el control por completo. Clavó fuertemente sus uñas en mi culo y gimió tanto o más como había hecho yo escasos segundos antes. Una gota de sudor cayó en mi espalda. Me agarré fuertemente al cabecero y empujé mi culo hacia él. Un gran chorro de placer me invadió por dentro provocándome otro orgasmo. Alcancé el éxtasis de nuevo junto a él.

- Has perdido, cariño - se reía aún preso de la lujuria.

- Tú también, tramposo.

- No es cierto, pequeña. Dijimos que perdería quien alcanzara antes el clímax, fuiste tú la primera. ¿Recuerdas o es necesario que te lo demuestre de nuevo?

- La verdad es que siempre he tenido mala memoria... No consigo recordar quién perdió realmente... Pero diría que gané yo - dije pícaramente esperando ansiosa su reacción.

Antes de que pudiera abalanzarse sobre mí salí corriendo hacia el baño, abrí la mampara de la ducha y me metí dentro. Dejé correr el agua por mi piel, estaba caliente al igual que yo. Sentí un pequeño escalofrío cuando noté sus manos en mi pecho y sus labios en mi espalda. Me giré despacio y le besé en los labios bajando hasta llegar a su miembro, que se encontraba erecto de nuevo. Me relamí al verlo y comencé a darle pequeños besos a lo largo del tronco. Pasé varias veces la lengua y después me lo introduje entero en la boca. Casi no me cabía debido al gran tamaño que había alcanzado, pero eso no me disuadió en mi idea de hacerle sentir el máximo placer posible. Con una mano apartó algún mechón de pelo de mi rostro. Subí la mirada y sentí cómo me deseaba tan solo con mirarme. Puso ambas manos en mi cabeza incitándome a chupar con mayor frenesí. Me penetraba fuertemente la boca provocándome alguna que otra arcada. Deslicé mi lengua por el capullo y lo presioné con mis labios consiguiéndole poner la vista en blanco. Mordí suavemente la punta aumentando poco a poco la intensidad del mordisco.


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