- Cariño, ¿Por qué no compramos un castillo para vivir como reyes?

+ No, mejor compramos un manicomio y follamos como locos.

martes, 24 de enero de 2012

Todo irá bien (parte 5, final)

Estaba sola con Hugo. Me costaba mirarle, verle así me producía un dolor intenso y punzante. Me acerqué a la cama y me apoyé en la esquina. Le rocé el rostro con mi mano. En ese preciso instante volví a recordar todos los momentos vividos con él. Cada frase que me dijo resonaba con fuerza en mi cabeza. Cada mirada y cada sonrisa que me regaló hacían revivir a mi dolorido corazón. Le miraba, no dejaba de hacerlo. Me incliné hacia él.
- Te quiero...- Le susurré en el oído.
Lágrimas azotaban mi rostro sin ninguna contemplación. Miré mi colgante y lo besé. Cerré los ojos y deseé con fuerza lo que más quería, a él. Un pitido constante interrumpió mis pensamientos y me sobresalté. No podía estar pasando, no era posible.
- ¡Nooo! ¡Hugo! ¡No te vayas! ¡Te necesito!- Me abalancé a sus brazos, no podía dejar de chillar y llorar.
Sus padres y su hermana entraron corriendo en la habitación con el médico. De repente, la habitación se llenó de médicos y enfermeras. Su familia estaba destrozada, no soportaba ver todo eso. Una enfermera me apartó de Hugo. Yo me resistí todo lo que pude, pero me separaron de él. Se estaba yendo… Se moría. Estaba entrando en una parada cardiaca, según les escuchaba decir a los médicos. Mis oídos retumbaban en medio de tanta agitación y desconcierto. Nos sacaron a todos de la habitación, a excepción de los médicos. La espera fuera fue eterna. Yo estaba tirada en el suelo, encogida en mí misma llorando. Miraba al suelo, dejaba mi mirada pérdida en él. Tenía miedo, me temía muchas cosas y ninguna de ellas me agradaba. Los médicos iban y venían por los pasillos. Murmuraban entre ellos y se volvían a ir. Al final del pasillo estaba el médico que había hablado con los padres de Hugo. Venía hacia nosotros.
- Lo siento… Hemos hecho todo lo posible.

- ¡No! ¡Mi pobre niño!- Gritaba su madre
No pude más, hui. Sentía un gran vacío en mi interior. Un dolor intenso me golpeaba en el pecho como si miles de agujas se clavaran en él. Me costaba ver por donde andaba. Las lágrimas me impedían ver el camino. Estaba desorientada, no sabía donde ir. Sólo se me ocurrió un lugar, el nuestro.
Mis pasos se perdían en la soledad. Me senté en el banco de siempre, subí una pierna encima de la otra, cerré los ojos y me balanceé hacia delante despacio. Intenté dejar la mente en blanco, pero el dolor pudo con mis intenciones. Ahora venían a mí más recuerdos. Recuerdos que antes parecían insignificantes y que ahora lo eran todo. Abrí los ojos y miré al cielo. Una fina brisa me rodeó y sentí como me abrazaba. El frío rozaba mi nuca y un escalofrío me recorrió entera. Era él, estaba segura. Cogí el colgante entre mis manos y me lo acerqué al corazón.

- Esto no es una despedida… Siempre estarás vivo en mí. Tengo la esperanza de volver a verte algún día y sé que así será. Recuérdalo, te amo.

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