Siempre he tenido miedo de enamorarme, sentir algo más que amistad por una persona, jugármelo todo a una sola carta y perder en el intento. Durante un tiempo he caminado a tientas, sin saber hacia dónde me dirigía, cuál era mi destino o qué narices me esperaba allí. Llegué a pensar que nunca sería feliz, pues la felicidad parecía ser el invento de los irónicos, tan pronto la tienes como tan pronto se va. Y ahora... Ahora todo es distinto gracias a él.
El tiempo a su lado es efímero, por más que trate de pararlo no consigo hacerlo, mas eso no impide exprimir cada segundo como si fuera el último. Su sonrisa es la más bella jamás vista por el hombre, tan perfecta y enigmática como que pintó en su día Da vinci. Me vuelve loca cuando me sonríe y me llama guapa, cuando en verdad el guapo es él. Su nariz suele tener un tono rojizo, es divertida y me inspira ternura. Suele juntar su nariz con la mía para darme pequeños besos de esquimal. Su mirada es especial, ya que una mirada achocolatada suya llena mi vida de colores. Sus labios son carnosos, suaves y dulces. Están llenos de lujuria pasión y pecado. Me gusta besarle y morder su labio inferior. Sus manos son largas y finas, incluso se notan los huesos. Siempre están frías, ya se sabe lo que dicen... Manos frías, corazón caliente. Su cuello es tan sensible que un simple beso consigue ponerle la piel de gallina. Sus abrazos son cálidos, llenos de cariño y protección, cuando estoy entre ellos me siento como la única chica en el mundo. Es más alto que yo, pero no consigue alcanzar a la luna. Me divierte subirme a un escalón, rodear su cuello con mis brazos y decirle que soy más grande que él. Su risa es melodiosa, antes de hacer apto de presencia se queda pensativo y no puede evitar mirarme. Yo le miro curiosa y le sonrió pícara, ambos no podemos aguantarnos las ganas de reír sin temor a que la gente nos tache de locos. Seguramente tendrían la razón y a nosotros nos daría igual.
No sé qué nos deparará el futuro, sé su pasado y él el mío, pero me gustaría vivir el presente juntos. Nunca nadie me había dado tanto cariño en tan poco tiempo, ni me había hecho sonreír tanto sin cansarme, ni siquiera me había besado con tanta pasión. Antes solía estar triste, no tenía ganas de sonreír y llorar de tristeza podría considerarse un vicio, pero ahora todo es distinto. Sonrío gracias a él, a sus besos, sus caricias, sus abrazos, sus miradas, sus sonrisas, sus te quiero, pero es un secreto, sus te echo de menos y te acabo de ver, sus piropos más sentidos, sus tonterías que consiguen alegrarme el día o su compañía.
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