- Cariño, ¿Por qué no compramos un castillo para vivir como reyes?

+ No, mejor compramos un manicomio y follamos como locos.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Cuando la mentira sale por la ventana, la verdad abre de golpe la puerta

Hace casi un mes me recordaste que cuando peor me encuentro es cuando más me inspiro y escribo. Supongo que creías que me animaría recordar ese insignificante detalle. Mas, me quedé callada y pensé que ojalá se fuera toda la inspiración de golpe con tal de tenerte a mi lado.

Eso sucedió unos días antes de que tú y yo dejásemos de ser nosotros.

No diré que fue fácil, porque fue jodidamente duro. No podía recordar ni un solo momento compartido contigo. Me dolía, dolía tanto. Me costaba controlar las ganas de llorar. Ante los demás aseguraba estar bien, pero realmente sabía que no lo estaba. Incluso ellos lo sabían. Quise escribirte tantas veces. Me dormía pegada al teléfono a las tantas de la madrugada esperando como una ilusa una simple palabra tuya, aunque no fuera aquella que tanto deseaba escuchar. Luchaba contra mis propios demonios para no humillarme una vez más. Te quería, te quería tanto. Y entonces abrí los ojos ante una cruda realidad que me superó con creces.

Me mirabas distinto, la ternura abandonó tus ojos e hizo paso al desprecio y la indiferencia. Eras tan gélido como el hielo. Al principio pensé que todo sería una fachada. Que el orgullo se había quedado atascado en tu garganta para no variar. Cuán equivocada estaba, no eres tan buen actor. Se me encogió el pecho cuando noté que era verdad. Lloré y te pedí hablar. Fui tan estúpida, que no quiero ni recordarlo. Tú, sin embargo, te fuiste sin mirar atrás. No sin antes dejarme bien claro que desapareciera de tu vida, que ya no me querías. Solo el que lo haya vivido sabrá cómo duele que la persona que quieres te dé el mismo valor que una mismísima mierda. Te creíste superior a mí. Te creíste tantas cosas, que jamás serás capaz de demostrar. 

Odio todo lo que antes amaba ciegamente. Odio en lo que te has convertido, no consigo reconocerte. Mentiría si dijera que te quiero, porque hace tiempo que dejaste de ser la persona que un día conocí o creí conocer. Me gustaría decir que todas mis palabras hacia ti son de cariño, pero no sería cierto. El único sentimiento que me produces ahora mismo es de pena. Me da pena que no hayas sido capaz de ver lo que realmente te hacía feliz. Me da pena que ni tú mismo sepas quién eres. Me da pena que te creas cuerdo cuando la locura reina en tu vida y en tu mente. Me da pena que seas como un niño, no por la ilusión, sino por la falta de madurez a la hora de tomar decisiones. Me dan pena tantas cosas, que no acabaría rápido citando todas y cada una de ellas.

No te mereces ni un solo minuto más de mi tiempo, no eres tan valioso como para merecértelo. Necesitaba desahogarme y gracias a dios eres un capítulo de mi vida que no me apetece leer más. Prefiero dejarte en la estantería de los libros olvidados.

lunes, 5 de agosto de 2013

Mi corazón ha perdido la cabeza

Ha terminado, y sin embargo no puedo ni quiero creerlo. Pensar que hace nada estaba besándolo con ternura y después todo sucedió tan rápido. Permanecí callada escuchándole, incluso le miré fijamente a los ojos esperando encontrar un ápice de serenidad, mas no apareció. Estaba furioso, más que otras veces. Cada palabra golpeaba sin piedad mi pecho. Intenté tranquilizarle. Notaba su dolor mucho más que el mío. Una potente diarrea verbal invadió mi boca sin control alguno y se propagó a la suya velozmente. Ambos lo sabíamos, todo llegaba a su fin y ninguno de los dos daría su brazo a torcer. Se me encogió el corazón al oírle pronunciar esa frase tan odiada: 'Yo no soy una de tus prioridades, así que no quiero seguir con esto. Prefiero retirarme a tiempo y no hacerme daño'. ¿Cómo tuvo la osadía de decirme tal cosa?

Jamás había dado tanto por una persona. Parece tópico, lo sé, pero así es. Le amé sin miedo a herirme, confiando en él. Le abrí las puertas de mi alma, aquellas que había cerrado tantas veces de un portazo. Le cuidé cuando más lo necesitaba. Le besé mientras dormía y le arropé aunque se destapara una y mil veces. Le observé en silencio deleitándome con esos pequeños detalles que venían a mi mente constantemente y le caracterizaban. Luché por sus sueños e incluso por los nuestros. Le enseñé otra forma de vida. Le demostré que la felicidad y el amor no son utópicos, sino difíciles de conseguir pero no imposibles de mantener. Me perdí en su mirada achocolatada cuan una niña pequeña pendiente de su más preciado tesoro. Lloré cuando me hacía daño, pero mucho más cuando me hacía feliz. Memoricé cada uno de sus lunares y las infinitas formas de su piel. le deseé como si no hubiera mañana disfrutando el hoy plenamente.

Cuando nos enamoramos siempre creemos que jamás hemos sentido algo así anteriormente y que seguramente no volvamos a sentirlo. Siempre es como la primera vez. Los primeros momentos son especiales, al igual que los últimos. Nos ilusionamos y nos embarcamos en una aventura que no somos capaces de asegurar que tenga un final feliz o simplemente que no haya un final. ¿Por qué tendría que haberlo? Ah, sí. Se me olvidaba, todo termina o eso aseguran muchos. Mas yo creo que cuando un sentimiento es tan puro perdura por la eternidad. Basta con que una sola persona lo recuerde y lo viva en sus propias carnes para revivir aquella fogosa llama.

Los niños creen que el amor es jugar a los papás y las mamás constantemente. Los adolescentes se dejan llevar, lo viven intensamente y aseguran estar locamente enamorados. En esa edad suele darse el primer amor y la primera decepción. Ahí es cuando afirman que jamás volverán a sentir tal horrible sensación, pero la esperanza es la llave de la locura y la ilusión. Los adultos aman velozmente, recuerdan el pasado y buscan un futuro sin darle demasiada importancia al presente. Los ancianos recuerdan aquellos momentos en los que sintieron y aún consiguen sentir, lo que fue y será.

En verdad, da igual la edad, lo importante es el sentimiento de libertad que produce un corazón al amar a otro. Se puede estar ilusionado con quince o con cincuenta, siempre y cuando estamos dispuestos a dejar que nuestros corazones pierdan la cabeza.


sábado, 29 de junio de 2013

Nunca estuviste muerta ni tampoco viva


-         ¿Cómo sabes que es amor y no una simple ilusión más?

-        Cuando me mira y le brilla la mirada emitiendo un cálido resplandor. Cuando es capaz de besarme de la manera más tierna del mundo y a su vez me muerde el labio salvajemente. Cuando me desviste babeándose entero sin poderlo evitar. Cuando le abrazo y siento cómo desliza sus manos por mi columna vertebral para depositarse finalmente en el principio de mi culo. Cuando me quita los mechones del rostro con sumo cuidado. Cuando le digo que le quiero y su corazón corre veloz entre un mar de confesiones. Cuando discutimos y me pide perdón una y mil veces más, aunque su orgullo le diga que no sea tan blando. Cuando está inseguro como un niño pequeño y se calma entre mis brazos. Cuando me dice que soy preciosa y que me desea cada vez más. Cuando poco a poco me ha ido demostrando lo que me dijo cuándo todo comenzó: ‘Lucharé por ti, te daré todo lo que tenga y si no te consigo, no será porque no lo he intentado’.

-         Pero eso no demuestra que realmente esté enamorado de ti.

-         Tienes razón, podría ser un gran actor. Podría ser todo lo que yo quisiera, incluso él mismo.

-         ¿Entonces qué te hace confiar?

-         Que me haya devuelto la vida.

-         ¿A qué te refieres? Nunca estuviste muerta.

-         Ni tampoco viva. Estaba ahí… Jamás supe la razón de mi existencia y aún la desconozco, pero ahora es distinto. Solía estar triste, lloraba y me disfrazaba de alguien que no era. Mentiría si dijera que ahora soy totalmente feliz, siempre hay pequeñeces que te hacen la vida un poco más entretenida y puñetera, en eso consiste. Sin embargo, él es la razón por la que todos los días tengo un motivo por el que sonreír al menos una décima de segundo. No me imagino vivir sin él, sería muy duro. Hay días en los que no puede más, su mundo se derrumba y yo he de intentar sostenerlo. A veces creo que se rendirá, mas descarto esa idea cuando veo que es capaz de levantarse después de cada caída, por muy dolorosa que sea. No sé si es el hombre de mi vida, ya sabes que nunca creí en esas cursilerías y no lo haré ahora. Sé que le quiero y que se lo demostraré día a día, sin prisa pero sin pausa.

 

lunes, 6 de mayo de 2013

Un loco enamorado

Está profundamente dormido y desnudo, para no variar. No ronca, solo respira fuerte. Incluso en la oscuridad veo la pequeña pantera que yace en  el lado izquierdo de su torso. Sigue tan misteriosa como siempre, al igual que él. Se gira levemente y me abraza. No puedo resistirlo más. Le rozo el rostro y le observo pensativa. Hemos pasado tantas cosas en tan poco tiempo que aún me cuesta digerirlo.

Recuerdo aquella vez en la que le llamé llorando por la noche para desahogarme. A la mañana siguiente dijo que estaba allí esperándome. Había recorrido casi cuatrocientos kilómetros para calmar mi yanto y llevarme de nuevo a casa. En ese momento creí que estaba loco y aún sigo creyéndolo. Sin duda que lo estaba, pero era un loco enamorado.

Esa fue la primera vez que volví a sentirlo. Hacía tiempo que no experimentaba algo parecido. Había sufrido tanto en un pasado que no me planteé ilusionarme de nuevo. Nunca antes le había dicho que le quería, pese a que él me lo decía a diario. No estaba sorda, desde luego que no, sino que quería que dichas palabras tuvieran sentido y sentimiento.

Paseando por Madrid empezó a llover y corrimos para ponernos a resguardo. Me cansé y me paré en medio de la lluvia. Le miré sonriéndole y le besé tiernamente. Sé que le gustó. Su cara era un poema. Nos reímos con complicidad y entramos al metro. Discutimos una y otra vez sobre cuál era el trayecto idóneo. Creo recordar que ninguno de los dos éramos muy amigos de los mapas, pero lo intentamos. Cuando lo tuvimos claro subimos al tren. No había mucha gente, pero yo ya tenía a quien necesitaba. A él.

Estuvimos un par de horas hablando sin prisas sentados en uno de los bancos de espera del tren. Si alguno de los pasajeros hubiese pasado varias veces por ese recorrido, hubiera pensado que nos faltaba un hervor. No se lo negaría.

Quise que se quedara a dormir conmigo, pero no era posible. Durmió en el coche él solo. Me sentía mal, había hecho un viaje largo y no había dormido prácticamente apenas. Nada más colgar el teléfono había puesto rumbo hacia Madrid sin titubear ni un segundo.

Me despertó al día siguiente cariñosamente y desayunamos juntos. De vuelta a casa me di cuenta. Él conducía atento al resto de coches y me hablaba sobre banalidades. A decir verdad si me hubiera confiado la fórmula de la Coca Cola estaría a salvo en mis manos, ya que no le estaba escuchando. Le miraba en silencio y asentía. En realidad estaba pensando en él, en todo lo que había hecho por mí. Siempre me había tratado como una princesa, como su princesa. Me cuidaba con mucho cariño e incluso me mimaba. Me respetaba y me hacía feliz.

Esa fue la primera vez que quise decirle que le quería, pero no lo hice. Cuando le conocí supe que sería importante en mi vida, pero nunca me imaginé que él podría llegar a ser mi vida. Sentí un pequeño gran cosquilleo nada más recordarlo. Él pareció leerme la mente porque me llamó. No sé qué pensaría de mí, pero seguramente creería que me estaba quedando dormida y finalmente así fue.

Una lágrima de felicidad se desliza hasta mis labios y le beso. Sigue tan quieto como le había dejado minutos antes. Murmura palabras que no consigo descifrar y me río. Él se asusta y me dice que está dormido, que no sea mala ya que está muy cansado. No puedo evitarlo. Le abrazo nuevamente y me acerco a su oreja. Le susurro que le quiero. Él abre los ojos sobresaltado, seguramente ha pensado que todo es producto de su imaginación. Se lo vuelvo a repetir y me besa apasionadamente. Le abrazo fuerte y me pierdo en sus brazos. Antes de dormir le miro y guardo esa preciosa sonrisa que reina en su rostro en la caja de mis recuerdos.
 
 
 
 

martes, 16 de abril de 2013

Despertar

Abrí la puerta y me pegó un bofetón. En un instante mi vida pasó rápidamente ante mis ojos. Sentí miedo e incluso llegué a temblar. Me había planteado tantas veces aquella situación, que cuando realmente sucedió no supe cómo reaccionar. Sentía una gran presión en el pecho que me hacía respirar con dificultad. En verdad no recuerdo cuánto tiempo paso exactamente, juraría que el reloj me jugó una mala pasada o quizá varias. Cogí unas tijeras y corté las cuerdas que me habían sujetado durante tanto tiempo sin apenas haberme dado cuenta. Tiré las piezas del viejo tablero de ajedrez en el que un día se disputó seriamente una de mis últimas partidas. Me recordé a mí misma que podría con todo, me lo recordé una vez más. Acaricié suavemente con la mano el lugar donde instantes antes me golpeó y entonces me di cuenta. Nadie me había pegado ni me había controlado. Nadie había sido el protagonista de mi tormentosa historia. Todo lo hice yo misma y la realidad fue quien llamó a mi puerta para abrirme los ojos. Ella fue quien me abofeteó sin darme respiro alguno. No diré que fue la culpable de todos mis males, sino que fue una espectadora más divertida observando una de las mejores tragedias escritas.

- ¿Cómo puedes ser tan ilusa, pequeña? No me lo digas, ¿De verdad pensabas que sería fácil? ¿En serio? Si es así estabas equivocadas.

- Perdóneme por no ser como los demás. Perdóneme por querer una vida distinta sin monotonías que la llenen. Perdóneme por no querer al príncipe azul que se me asignó al nacer. Perdóneme por soñar despierta. Perdóneme por arriesgármelo todo a una sola carta sin saber qué tendría el otro jugador. Perdóneme por querer hasta dolerme e incluso amar cuando no me convenía. Perdóneme por llorar cuando el mal invadía mi alma. Perdóneme por jugar con fuego cuando aún no dominaba la llama. Perdóneme por pensar más de la cuenta y a la vez no utilizar ni una décima parte de mi cerebro. Perdóneme por ser quien soy y no querer ser quien me pretendían imponer. Perdóneme usted porque yo no puedo.

- ¿Realmente te arrepientes de algo?

- No, no me arrepiento de nada. Con el paso de los años me he ido dando cuenta que el hombre vive de experiencias, sin ellas no llegaría a ser quien es. A menudo se suele pedir la paz perpetua, pero yo creo que sería mucho peor que lo que ya tenemos, además de aburrido. La vida necesita vaivenes porque ahí es cuando nos damos cuenta de lo que se está cociendo a nuestro alrededor. Podemos encomendarnos a un ser superior o maldecirnos infinitamente, pero ninguna de las dos será la solución correcta.

- ¿Qué crees que se debería hacer?

- Dejarse llevar, si le das vueltas a las cosas terminas no haciéndolas. Muchos científicos aseguran que la cabeza es quien dirige nuestra vida dejando de lado al corazón, ese músculo tan famoso, mas yo creo que él es el dueño de nuestros sentimientos. Es tan intrigante y la vez asombroso, ¿Sabía que cuando una persona muere él sigue latiendo? ¿Qué fuerza será capaz de moverlo? ¿La sangre quizá? No, no lo creo. Le mueve el amor. Él le hace palpitar aunque no tenga ganas y le devuelve la cordura para después elevarle a la locura en pleno éxtasis. Ojalá hubiera más corazones abiertos y menos mentes cerradas, eso querría decir que una nueva era estaría por llegar. Mientras tanto… Tú, querida amiga, estarás aquí para abofetear a todo aquel que deje de soñar.

Replanteándome mi vida

Siento como mi mundo se derrumba poco a poco. Lo llevo sintiendo hace bastante tiempo, pero no era capaz de asimilarlo hasta ahora. He perdido muchas personas que consideraba grandes apoyos. A veces ha sido por mi culpa, otras era necesario alejarles de mi lado para que no pudieran seguir haciéndome más daño y los últimos se fueron para no volver nunca más, aunque su marcha no fuera elegida sino impuesta por la vida. Muchas veces siento que no soy capaz de vivir, que no sé jugar en este juego sin tener un manual de instrucciones que me explique claramente qué tengo que hacer.

Estoy cansada de encontrarme situaciones que me superan con creces y me joden viva. De hacer daño a aquellos que quiero e incluso de hacérmelo a mí misma constantemente. De crearme una realidad paralela totalmente confusa para así olvidarme de lo que en verdad sucedía. De luchar sin un motivo aparente. De tener pocas, pero valiosas personas apoyándome, aunque muchas veces siento como si fuera una extraña para ellas. De decir lo que siento en cada instante y mucho más de callarme aquello que me da miedo. De ver cómo la vida de los demás avanza y la mía se queda estancada por mucho que intente remediarlo. De llorar a todas horas, aun así sienta alegría o tristeza. De confiar en aquellos que no confiaron en mí. Estoy cansada de tantas cosas que ni siquiera soy capaz de escribir sin dejar de llorar.

jueves, 21 de marzo de 2013

Intentando olvidarte

Es increíble lo poderosa que llega a ser la mente. Muchas veces es capaz de hacerme perder la noción del tiempo y devolvérmela cuando menos debería.

Era consciente de que te echaría de menos mucho antes de que te fueras, incluso antes de conocerte. Sí, has oído bien. Era todo tan perfecto que siempre creí que sería producto de mi imaginación. También llegué a sentir que era un sueño, que no podía ser real. Quizá por eso me dejé llevar tanto. Al jugar entre la barrera de lo real y lo soñado, el corazón manda y la mente embauca. La ilusión se apodera de todo, incluso de uno mismo. Aunque hay sueños que no duran toda una vida, el mío no iba a ser menos. Desperté de la peor forma posible: ahogada entre mis propios llantos y ciega ante una cruda realidad que jamás quise observar. Es irónico, el tiempo pasó muy rápido y a la vez se me hizo eterno. No consigo explicármelo, ¿Es eso posible? Desde luego que sí.

Al principio nos prometimos ser los reyes de las horas, no dejar que corriesen sin nuestro permiso, mas después se quedó en un idílico querer. También nos prometimos un sinfín de recuerdos, los cuales comenzaban a nacer en nuestro interior. Prometí quererte siempre, aunque no te lo merecieras porque ahí sería cuando más lo necesitases. Prometí vivir al resguardo de tu corazón y llamarlo hogar. Prometí creerme tus palabras y mucho más tus hechos. Prometí ser yo y dejar que fueras tú. Prometí luchar aunque no me quedase aliento suficiente. Prometí no dejar de tener pensamientos fugaces y duraderos. Prometí apreciar tu vida tanto o más que la mía. Prometí que serías dueño de cada una de mis sonrisas. Prometí no olvidarte ni aunque quisiera y por desgracia es algo que no consigo hacer.
Se pilla antes a un mentiroso que a un cojo, aunque el mentiroso tenga un avión supersónico que le permita huir de todas aquellas verdades que un día te prometió y ahora no son más que mentiras.  Incluso de aquellas mentiras que jamás pronunció, pero que siempre sabía que haría.

miércoles, 23 de enero de 2013

La puta realidad

Sola, así estoy y estaré siempre. Sólo yo sé qué habita en lo más recóndito de mi corazón y qué abarca cada uno de mis pensamientos. Sólo yo sé que mi alma errante te busca. Sí, a ti. Sólo yo callo palabras mudas que gritan a oídos sordos. Sólo yo sé todo lo que he perdido y que posiblemente jamás tuve. Sólo yo sé que la felicidad no llamará a mi puerta ni que habrá un arco iris después de cada tempestad. Sólo yo sé que el amor verdadero es el más vil cuento contado. Sólo yo sé que la palabra ‘siempre’ es sinónimo de ‘hasta que me canse’. Sólo yo sé que nada es lo que parece, pero todo parece lo que es. Sólo yo sé que tengo piel de cordero cuando en verdad una fiera se apodera de mi interior. Sólo yo sé que vestirse cada mañana con una sonrisa y conservarla intacta hasta el atardecer es una fascinante utopía. Sólo yo sé que te necesito y que me necesito a mí misma más que nunca. Sólo yo sé que cada amanecer me despierto observando la puta realidad. Sólo yo sé que realmente no sé nada.

La vida tiene tanto valor porque la muerte hace acto de presencia constantemente. Se toma como algo malo, mezquino y retorcido, aun siendo un simple proceso más que debemos de pasar. Es algo momentáneo, no durará para toda la vida, puesto que ya careceremos de ella para entonces. Cuando la vida esté, la muerte no existirá y cuando ésta reine, la vida se habrá ido.
Muchos son de la creencia de espabilar a base de hostias, entre ellos me hallo. Aunque la mayoría de las veces ni por esas consiguen ver lo que tienen ante sus ojos, lo que el mundo les muestra con especial cariño. Ante un aviso inminente de perder la vida es cuando deciden tomar riendas en el asunto, vivir al límite logrando alcanzar el punto álgido de esto llamado vida. Es gracioso. El resto de días desaprovechan las horas que les quedan, incluso llegan a permitirse el lujo de aburrirse. ¿Todo sería distinto si naciéramos con un reloj pegado al culo que nos marcase lo que nos queda o sería incluso peor?