- ¿Qué quieres decir?
- Me refiero a que tal vez la vida no es como tú la ves. Quizá todo se resume a ser producto de tu poderosa imaginación. Puede ser que no observes la realidad, sino que te la inventes según te convenga. Omites partes que son necesarias para llegar a crecer mucho más como persona, para superarte una vez más. Sin embargo, otras las publicas hasta en el más recóndito lugar existente. ¿Qué sentido tiene?
- ¿Tratas de persuadirme en mi propósito de marcharme y dejarlo todo atrás?
- No, pequeña. Trato de que te des cuenta de lo que realmente es la esencia de la vida.
- ¿Y qué es?
- Estamos aquí por una razón desconocida. El recibimiento no es el mejor del mundo, venimos despojados de cualquier tipo de protección. Estamos solos, al igual que cuando nos vayamos. Somos resultado de un ser superior, dicen. Realmente creados debido a una magnífica danza sexual llamada amor, dicen de nuevo. Crecemos y con ello nos volvemos estúpidos. Sí, rematadamente estúpidos. Algunos consiguen destacar mostrando su parte más oculta, aquella que solo unos privilegiados tienen. Somos versátiles, tan pronto buenos como malos, pero siempre humanos. Seguimos distintos trazos del camino para llegar a un destino final. Muchos creen que es la muerte, esa tan irremediable, mas yo creo que el destino final es haber vivido. Sí, oyes bien, haber vivido. Poder decir: ‘Yo estuve ahí, yo viví, yo amé’. No ser necesario contar las vivencias para apreciar quién tiene más o quién tiene menos, sino intentar recordarlas una a una reviviendo cada mísero sentimiento, por muy banal que sea. Dejarse llevar, no perder la libertad del alma. Vivir con un joven siendo viejo y, en ocasiones, pensar como un viejo aun estando en la flor de la vida, pues en la experiencia reside la sabiduría. Rozar con la yema de los dedos las pasiones, no frenar a los impulsos y alcanzar el éxtasis sintiéndose vivo, jodidamente vivo. Pensar que no queda mañana para vivir el hoy. Compartir la vida, tu vida, con las personas que hacen cada capítulo de ella. Y por último, pero no menos importante, no arrepintiéndose de los errores cometidos, no serviría de nada. Somos débiles y frágiles, por mucha fuerza que demostremos en el día a día. Somos humanos, carecemos de elementos sobrenaturales que nos faciliten nuestro camino. Arrepentirse de lo hecho no hace menos evidente el fallo cometido, ni calma nuestra conciencia. Ser consciente del error y repararlo es lo que realmente nos hace crecer y madurar. Que una batalla perdida no suponga el fin, sino una bonita lección.
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