Presa entre barrotes de aire y orgullo, desdichada me dejo caer dejando atrás muestra alguna en mí de humanidad. Golpeo todo cuanto hay a mi alrededor, mas no hay sangre ni dolor. Grito desgarrándome la voz en vano, nadie llegará a escuchar nunca mis lamentos. Noto la llama de la rabia naciendo en mi interior, descontrolada y con fuerza reclama lo que le pertenece, aquello más preciado que la inmortalidad. Lucho contra mis propios demonios, sin temor aparente. Me baño en un tibio y melodioso mar de lágrimas. Deslizo cada suave y delicada gota por mi cuerpo, me pierdo en profundos mares llenos de deseos anhelados. Mi mirada busca insaciable la salida, aquella que me dará la felicidad en la palma de mi mano. Dejo caer mis zapatos a un lado y me elevo… Rozo las nubes con las yemas de mis dedos, salto tímida entre ellas. Vuelo alto, no tengo miedo ni vértigo. Me dejo guiar por ellas, me ilusiono. Siento miles de mariposas recorriendo mi vientre con delicadeza, cierro los ojos y vuelvo a abrirlos entusiasmada. Mi mirada tiene brillo y está contenta, mi sonrisa reluce a kilómetros de distancia y mis sentimientos salen a la luz, dejan de esconderse.
Sé libre, vuela y vive; nunca es tarde para soñar.
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