Cientos de veces he intentado buscar el sentido de mi existencia, haber creído encontrarlo, agarrarlo fuerte con mis manos y marchitarse entre ellas. Solía ilusionarme, sonreía y era feliz; o eso creía. Me sentía poderosa, llena de vida. Mi mente decía una cosa y mi cuerpo quería la contraria, estaba desconcertada. Mis expectativas eran complejas y entramadas, nunca llegué a saber qué quería verdaderamente. Era una niña jugando a ser mayor, ilusa y sensible, delicada como el dulce pétalo de una rosa. Mis pensamientos no lograban desarrollarse, querían tener vida propia y luchar por su destino. Mi corazón era un músculo inservible, hacía su función vital y se desentendía de mí. Otra persona distinta a mí habitaba en mí ser, no me reconocía. Mis llantos eran débiles y mis suspiros eran mudos. Mis silencios eran sordos y mi vida estaba muerta. Dejé de ver la luz al final del camino, ni tan siquiera al principio podía verla. Yacía frágil en cualquier remoto lugar de este miserable mundo. Las mariposas volaron alto y no me llevaron con ellas, en el brillo de sus alas quedó mi alegría marchita. El presente estaba en blanco, el futuro parecía negro y el pasado hacía mella. Mi voz rogaba piedad, felicidad y amor…
- Cariño, ¿Por qué no compramos un castillo para vivir como reyes?
+ No, mejor compramos un manicomio y follamos como locos.
+ No, mejor compramos un manicomio y follamos como locos.
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viernes, 15 de octubre de 2010
viernes, 8 de octubre de 2010
Libertad
Presa entre barrotes de aire y orgullo, desdichada me dejo caer dejando atrás muestra alguna en mí de humanidad. Golpeo todo cuanto hay a mi alrededor, mas no hay sangre ni dolor. Grito desgarrándome la voz en vano, nadie llegará a escuchar nunca mis lamentos. Noto la llama de la rabia naciendo en mi interior, descontrolada y con fuerza reclama lo que le pertenece, aquello más preciado que la inmortalidad. Lucho contra mis propios demonios, sin temor aparente. Me baño en un tibio y melodioso mar de lágrimas. Deslizo cada suave y delicada gota por mi cuerpo, me pierdo en profundos mares llenos de deseos anhelados. Mi mirada busca insaciable la salida, aquella que me dará la felicidad en la palma de mi mano. Dejo caer mis zapatos a un lado y me elevo… Rozo las nubes con las yemas de mis dedos, salto tímida entre ellas. Vuelo alto, no tengo miedo ni vértigo. Me dejo guiar por ellas, me ilusiono. Siento miles de mariposas recorriendo mi vientre con delicadeza, cierro los ojos y vuelvo a abrirlos entusiasmada. Mi mirada tiene brillo y está contenta, mi sonrisa reluce a kilómetros de distancia y mis sentimientos salen a la luz, dejan de esconderse.
Sé libre, vuela y vive; nunca es tarde para soñar.
Sueño anhelado
Deja volar tu mente, no tengas miedo y sumérgete conmigo en el mar de los recuerdos…
Un mísero segundo puede cambiar tu vida y devolverte lo más preciado de ella, el amor. Noche tras noche venían a mí recuerdos que jamás habían sucedido. Eran nítidos, vivos y llenos de belleza. Bailaban al son de mis sentimientos, los mecían entre sus brazos y les susurraban todas esas palabras que él les había dicho para mí. Cerraba los ojos y tarareaba nuestra canción. Le sentía cerca… Olía a él, un suave toque a fresa ácida. Sus manos acariciaban dulcemente mi larga melena y descendía hasta mi cuello. Su respiración cada vez estaba más entrecortada, su corazón latía sin cesar y luchaba por no rendirse. Sus besos eran suaves y cálidos, un pequeño calambre recorría mi vientre y se dirigía hasta mi corazón, lo acariciaba con cariño y le sonreía pícaro. Cada caricia despertaba en mí miles de sueños y deseos. Me perdía entre sus brazos y le miraba. Destellos verdes y marrones me hechizaban, me hacían volar alto, allí donde las hadas pierden su maravilloso polvo mágico y donde los sueños quedan más allá de tres metros sobre el cielo.
En ese instante, cuando crees que todo es tan perfecto como las tímidas y divertidas formas de una nube, el tiempo se para y marca una fecha, un día, una hora, cientos de segundos y miles de recuerdos…
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