Hace tiempo que
no escribo, que no me dedico unas palabras ni tampoco se las dedico a nadie
más. Hoy es distinto, hoy quiero disfrutar mi día.
Hoy cumplo 21
años, echo la vista atrás y mi cabeza se invade de un montón de recuerdos.
Algunos no me gustaría tenerlos, pero sé que son esenciales, sino no sería
quién ahora mismo soy. Otros ojalá pudiera disfrutarlos aunque fuera un mísero
instante más. Dicen que todo pasa por algo, yo tengo claro que si pudiera
hablar con mi yo de hace unos años le diría que estuviera tranquila y fuera
fuerte, que todo lo malo que pueda pasar no es nada comparado con lo bueno
que en un futuro alegrará su vida. Con el tiempo ambas nos daríamos cuenta que
las cosas a veces no suceden como uno quiere y no por ello hay que tirar la
toalla. También le pediría que pasara más tiempo con los que ya no están. No
por decisión propia, sino porque no pueden. Están muy presentes en mi vida y en
días como estos añoro un simple beso o un abrazo. Nunca he sido muy creyente,
pero sé que una parte de ellos habita en mí gracias al recuerdo que dejaron en
vida.
Es increíble
todo lo que he aprendido estos años. De pequeña lo ves todo más sencillo, no
tienes que preocuparte por lo que sucede. Tú única preocupación es disfrutar y
ser feliz. Luego vas creciendo y pasas uno de los años más complicados en tu
formación. Recuerdo que en mi adolescencia no lo pasé demasiado bien, tenía una
pequeña lucha interior entre la persona que era y la que creía ser más los
añadidos típicos de la edad. En estos primeros años se va creando una
personalidad que de adulto estará medianamente asentada. Cuando pienso en mi
adolescencia me viene a la mente mi hermana cuando intentaba entenderme y yo,
en ese entonces, no sabía cómo agradecérselo, al igual que a mis padres. Ahora
puedo hacerlo y esta es una forma. A mis dieciocho es cuando desperté de golpe.
Ser mayor de edad te crea la falsa sensación de ser autosuficiente, aunque en
realidad no es así. Es cuando más necesitas a tus seres queridos o amigos para
darte cuenta de lo vulnerable que eres. Ahí es cuando yo me di cuenta de cómo
iba la cosa. Siempre me ha gustado pensar y observar el mundo que me rodea. Sin
embargo, a mis dieciocho aprendí que equivocarme sólo me hacía humana y me
enseñaba lecciones que igual de otra manera no sería capaz de aprender. Aprendí
a escuchar a mis mayores, aunque muchas veces no esté de acuerdo. Aprendí a
conservar lo que de verdad me llena y apartar lo que me hace daño
constantemente. Aprendí a agradecer la ayuda que me dan, que a veces no soy
consciente de todo lo que mi familia ha hecho por mí porque me quieren. Aprendí
a pedir perdón y a reconocer mis errores, es bien sabido que mi tozudez y mi
orgullo a veces me invaden por completo.
Simplemente es necesario tragárselo. Aprendí a que los sueños no vienen
cuando estamos dormidos, sino que hay que perseguirlos con mucho esfuerzo y
constancia.
Con todo esto
quiero decir que cumplir años me enorgullece. Quizá ahora porque son pocos,
pero me gusta hacerlo y sobre todo poder compartirlo con la gente que quiero. Gracias
a todos por formar parte de mí y de mis 21 años.
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