Mi concepto de la amistad no suele ser el más común. Para mí los amigos no existen, todo se resume a: familia, conocidos y desconocidos. La familia suele venir impuesta y aunque no guste, no es algo que se pueda cambiar como los cromos. Los conocidos se eligen, son personas que conoces un mínimo y forman una parte de tu vida. Aunque en verdad no llegan a pasar de ahí, de ser banales en tu día a día. También están los desconocidos, aquellos que no sabes quiénes son, de dónde vienen, a dónde van o qué mosca les ha picado. He de reconocer que estos últimos a menudo suelen pasar a la zona de conocidos, puesto que son parte de la rutina. Entonces, ¿Qué pasa con la amistad? ¿Existen los amigos?
Un amigo es quien estará siempre que esté en su mano, ya sean buenos o malos momentos. Preferiblemente en los malos, aunque no se descarta la idea de alegrarlos. Luchará por tu bienestar como si fuera el suyo propio. Será tu guía cuando estés ciego en medio de una inmensa oscuridad. Celebrará junto a ti tus triunfos. Velará tus sueños y hará que confíes en ti mismo como si él no lo hiciera, mas no temas, solo es una estratagema para que seas fuerte. Conocerá cada una de las lágrimas que derrames y todas las sonrisas que consiga robarte gracias a su terrible creatividad. Escuchará tu voz en todos sus formatos y sabrá tu estado de ánimo con tan solo una mirada.
Un amigo no es un amigo, sino un familiar. Cuando está tan integrado en tu vida. Cuando le quieres como un hermano. Cuando te demuestra su lealtad. Cuando un simple abrazo suyo calma todos tus sentimientos. Cuando pierdes la noción del tiempo y los minutos se convierten en años, y los años en siglos. Cuando todo esto y más sucede es cuando te das cuenta de que los amigos son parte de tu familia.
Después de muchas noches en vela, algún que otro café y hartarme a llorar he llegado a una conclusión: no te necesito en mi vida. Hace mucho tiempo que dejaste de cumplir los requisitos necesarios para ser mi amiga, para ser como de mi familia. Intento no guardarte rencor, quedarme con los buenos momentos, cuando de verdad sí estuviste ahí. Pero en la balanza de la coherencia la insolencia gana a la bondad. Todos los grandes desprecios que me has llegado a hacer. Todas las viles mentiras que han podido habitar durante tanto tiempo en tu cerebro para después salir en forma de misiles por tu boca. Todas las excusas estúpidas dadas, sin fundamento alguno. Todas esas palabras que se las llevó el viento para hacérselas llegar a mi corazón. Todos esos sentimientos aparentemente fingidos, que aún mi mente recuerda. Toda la soberbia que reina en el reino de tu ingratitud.
No sé si llegarás a leer mis palabras y si detrás de ellas sabrás ver mis sentimientos. No sé si te darás por aludida, aunque en verdad me da igual. No sé si me pedirás explicaciones o si pasarás olímpicamente, una vez más. No sé qué pensarás, ni siquiera qué sentirás. Lo único que sé es que necesitaba hacer esto, desahogarme. Necesitaba sacarte de mi vida, quitar un lastre que lleva atormentándome tanto tiempo. Necesitaba darme cuenta de que te hacías llamar amiga cuando en verdad eras una conocida. Necesitaba darme cuenta que no eres la mala del cuento, pero mucho menos la buena. Necesitaba liberarme. Necesitaba volver a ser yo, para darme cuenta de quiénes no fueron ellos. Necesitaba luchar por mis sueños, aquellos en los que tú ya no apareces.
No te deseo ningún mal, más bien lo contrario. Intento no guardarte ningún tipo de rencor, no dejar que los recuerdos negativos me dominen. Me quedaré con los buenos, aquellos que consiguieron hacerme feliz tantas veces. Te recordaré como la chica que conocí en aquel viaje que fue el inicio de una posible amistad. Aquella chica que ya no veo en ti, no consigo reconocerte. Mas, espero que algún día aquella chica regrese y sea capaz de pedir perdón.