Se las da de dura, toda una mujerona, pero no la crean puesto que es más blanda que el peluche de mimosín. Tiene un gran carácter, se le oye a kilómetros, aunque no causa tantos destrozos como un huracán. Pese a todo es tranquila. Sí, como oyen, tranquila. Es inteligente y espabilada, pocas veces se le escapa algún detalle. A no ser que vaya ebria, ahí la cosa cambia. Tiene una sonrisa preciosa, es capaz de animarte el día con su simple reflejo. Sus palabras son su mayor arma, siempre sabe qué decir y qué hacer. No es muy mayor, mas su cabeza está bien amueblada. Me cuida como una hermana mayor, siempre puedo contar con ella. Es divertida, graciosa y, porqué no decirlo, algo payasa. Pero siempre, sin excepción alguna, siempre es ella misma.
Todos tenemos días buenos y días malos, es comprensible, pero no me gusta verte mal. Me gusta cuando eres feliz y lo único que se oye a kilómetros es tu risa y no tus gritos. Me gusta cuando me escuchas, pones caras raras, me das tu punto de vista y yo te contradigo. Parecemos madre e hija, puede parecer que a mí me da igual lo que digas pero en verdad lo tengo muy en cuenta. Me gustan todas esas noches que hemos pasado juntas metidas en la bodegilla riéndonos sin parar. Me gusta cuando te caes y nos miras a todas acordándote de lo más sagrado, nosotras nos reimos y finalmente tú también. Me gusta cuando haces que las cosas parezcan tan fáciles como coger un lápiz y un papel y comenzar a escribir cómo quiero que sea mi vida. Me gusta cuando son las tantas de la mañana, está amaneciendo y para nosotras aún la noche es joven. Me gusta cuando te veo feliz, porque sé que te lo mereces de verdad. Me gusta cuando confías en ti misma y te atreves con todo. ¿Pero sabes qué es lo que más me gusta de todo? Que estés a mi lado.