Se recoge su larga melena en un simple moño. Deja sonar la radio, escucha atenta y respira. No sabe si será la última vez que pueda notar el oxígeno en sus pulmones. Se mira al espejo de enfrente y observa atenta su cuerpo desnudo. No se reconoce, no sabe quién es esa extraña que se refleja en él. Se agacha y al hacerlo pierde parte de sus ilusiones. Y lo hace… Sabe que no está bien, pero lo vuelve a hacer. Se siente mal. Las lágrimas recorren su rostro sin cesar. Nota una fuerte sensación de ahogo en su pecho, cree no poder controlarlo. Patalea como cuando era pequeña y tenía miedo a quedarse sola. Ahora no tiene tanto temor, la soledad poco a poco le hace más fuerte. Pero necesita cariño, kilos y kilos de él. Vomita sus penas, sus delirios y sus deseos. Vomita todo, incluso su alma. Cientos de pensamientos confusos recorren su mente, le atormentan y le hacen sufrir más. Quiere parar, no quiere seguir con esto, está asustada. Mira a cada lado de la habitación, se siente acorralada. Le gustaría gritar al viento todos sus males, reírse de ellos y hacer de tripas corazón. Deja caer uno a uno cada mechón de su pelo, se mira al espejo y se promete a sí misma que no volverá a hacerlo. Abre la puerta decidida a hacer frente a su vida. Sonríe como si fuera la persona más feliz de la tierra y se cree su propia sonrisa. Ha ensayado tantas veces delante del espejo que ya es parte de ella, resulta creíble. Hace como si allí dentro no hubiera pasado nada y se marcha, pero en el fondo sabe que no es así. No es tan dura como ella cree, un simple suspiro la rompería en mil pedazos.
- Cariño, ¿Por qué no compramos un castillo para vivir como reyes?
+ No, mejor compramos un manicomio y follamos como locos.
+ No, mejor compramos un manicomio y follamos como locos.
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