Miró el marco de la puerta y se fijó en la inscripción que había en ella, ésta ponía: Te quiero. Su rostro se llenó de felicidad y sonrió con entusiasmo. Abrió la puerta y entró en casa. Dejó las llaves en el mueble de la entrada y subió a su habitación. Se quitó la ropa y se puso cómoda. Soltó la goma que retenía su larga melena, la liberó. Dirigió la vista hacia los grandes ventanales de la habitación y contempló el bonito paisaje. De fondo se escuchaba la música que provenía del viejo tocadiscos del salón. Se giró y le vio. Le observaba en silencio impaciente acomodado en esa silla que tanto le gustaba. Le miraba con una mirada sincera y llena de cariño. Ambos sonrieron. Ella se acercó a él y le dio un suave beso en los labios. Él la correspondió con otro y la agarró con delicadeza de la cintura.
- Ven… Levántate- Dijo ella mientras le tendía su mano.
- Ya lo he visto… No he podido resistirlo, ¿Me perdonas?- Agachó la cabeza avergonzado.
- Tontorrón… No tengo que perdonarte nada, tú siempre estás perdonado. Pero no se puede ser tan curioso- Su risa sonó en toda la casa y pronto se unió la de él, ambas fundiéndose en una sola.
- Me ha encantado, casi tanto como tú- Se acercó más a ella y la abrazó.
- Quería que fuera algo especial, son todas nuestras frases. ¿Qué mejor lugar que en las paredes escritas? Así las podemos ver siempre- Apoyó la cabeza en el hombro de él y la levantó despacio para mirarle a los ojos.
- Eres perfecta… Te amo.
Sus labios se entrelazaron en un bonito y fogoso beso. Se tumbaron con suavidad en la cama y se abrazaron. Permanecieron en silencio durante un par de segundos, no necesitaban decir nada, se tenían el uno al otro. Se miraban, se sonreían, se perdían entre miles de sentimientos, de besos y caricias. Cientos de mariposas revoloteaban dentro de sus cuerpos, las dejaban ser libres y volar sin temor hasta nunca jamás.
Él le acariciaba el rostro con cariño y sus manos se perdían entre su pelo. Su mirada estaba fija en la de ella. Leía sus ojos y los escuchaba. Le dio un dulce beso en la frente. La abrazó con ternura y le regalo una sonrisa.
- Soy tuyo… - Le susurró al oído.
Ella le besó con más efusividad que antes, se dejó llevar por sus sentimientos. Sabía lo que quería y ahora que lo tenía no lo dejaría escapar. Se puso encima de él con sutileza y le besó. Dejo salir a su lado más salvaje, aquel tan escondido que pedía gritos de auxilio en su interior. Quería ser oído y él era el único que lo escucharía. La música seguía sonando, eran todas sus canciones, la banda sonora de sus vidas. Sus deseos más anhelados se veían al fin recompensados. Una sola palabra se hacía notar entre todas las demás, altruismo. Ésa que estaba escrita en una de las paredes.
Ella deslizó su mano por el torso de él, levantó la camiseta y lo vio. Era su nombre, había cumplido su promesa.
- Lo has hecho… Te has tatuado mi nombre…- Dijo sorprendida.
- Sí… Te dije que lo haría. Siempre es siempre- Su sonrisa era mucho más grande que las anteriores.
- Mira… Yo también tengo algo para ti- Acercó la mano de él a su cadera- ¿Te gusta?
- Me encanta… Es mi nombre… Eres increíble- Su emoción crecía por momentos.
- Quiero tenerte siempre conmigo, te necesito.
Apoyó la cabeza en el pecho de él y escuchó ese sonido que tanto le gustaba, el latido de su corazón. Así pasaron las horas, en silencio observándose y compartiendo muestras de cariño. Oyendo los frenéticos latidos de sus corazones hasta quedarse dormidos abrazados con ese dulce sonido.