- Cariño, ¿Por qué no compramos un castillo para vivir como reyes?

+ No, mejor compramos un manicomio y follamos como locos.

viernes, 22 de julio de 2011

Confesiones inconfesables

Y cuando crees que tu vida no puede cambiar más, pega un brusco giro de 360 grados sin tú poder pisar el freno. Entonces te paras a pensar qué has hecho durante todo este tiempo, si ha sido en vano o ha valido la pena. Si es verdad que le quieres o tan sólo es un simple capricho. Si sus abrazos son cálidos o son más fríos que el gélido hielo. Si su mirada es sincera o tan traviesa como la de un niño. Si está deseando verte o las horas no son su mayor preocupación. Si sus besos son dulces o salados. Si sus palabras retumban en tu mente o huyen de ella. Si sus "te quiero" te alegran la vida o la endulzan. Si un segundo con él es mísero o es toda una vida. Si sus ojos son la luz que guía tu camino o tu más fiel compañero. Si sus enfados son finguidos o son de verdad. Si sus caricias son suaves o melodiosas. Si es tan alto como las estrellas o como la luna. Si cada lunar de su cuerpo es más grande que el anterior o más pequeño. Si cuando te toca sientes mariposas o un fuerte nudo en el estómago. Si cuando sus labios están cerca de ti callan sueños o deseos. Si le necesitas a cada segundo o a cada milésima de segundo. Si es imposible que te enfades con él o no tan difícil. Si le pillas mirándote o no te das ni cuenta de que te observa. Si su sonrisa es preciosa o jodidamente perfecta. Si cuando te besa te consumes o te derrites. Si cuando te despide está deseando que sea rápido e indoloro o que el tiempo se pare. Si recuerda cada momento vivido contigo o los recordáis juntos. Si vuestra canción no deja de sonar o simplemente es un espejismo. Si recuerda cada fecha o necesita apuntárselas. Si cada vez que te acurruca lo hace para que no tengas frío o para protegerte. Si su mayor deseo es observarte cuando duermes y cuidarte o dormir a tu lado abrazado a ti.

domingo, 17 de julio de 2011

No tengas miedo a volar

3... 2... 1... Flexiono las rodillas y miro todo cuanto hay a mis pies. Respiro hondo intentando tranquilizarme. Debería mirar al frente, mas cualquier intento es en vano. Un mísero segundo lo decide todo: libertad, alegría, valor, miedo, cobardía o represión. Noto el miedo en mi interior. Mi cuerpo quiere volar y ser libre, pero mi cabeza le niega ese merecido derecho. La presión que habita en mi pecho aumenta y con ello mis latidos se aceleran. Dejo de pensar para dejar la mente en blanco y así poderla inundar de nuevas sensaciones. Me impulso con fuerza dejándolo todo atrás. Siento el viento rozando mi rostro y jugando con los mechones de mi pelo. Abro los párpados y miro hacia abajo. Grito con ganas, sacando todo lo que me atormenta. Grito una y otra vez sin cansarme, sin darme cuenta. Es ahora cuando la libertad está en la palma de mis manos. Intento cogerla, pero se escapa entre mis dedos. Las cuerdas que me alejan de ella hacen su función sin permitirme caer. Los gritos hacen hueco a las risas, mientras que la adrenalina se apodera de mí. La felicidad recorre cada poro de mi piel. Hablo sola, digo palabras que nadie más comprende, ni siquiera yo misma. Me río sin parar. Se oye una risa sincera, divertida y atrevida. Atrás quedaron todos mis temores, allí donde la libertad comienza: en lo alto del puente.

Después de una vuelta sobre mí misma, miedos, gritos, risas, sonrisas, sensación de ahogo y libertad, adrenalina en estado puro, palabras nunca dichas, pensamientos perdidos... Y seguramente muchas más sensaciones que no logro recordar. Todo, sin excepción alguna, me ha hecho crecer un poco más como persona, encontrarme a mí misma, superar mis miedos y demostrarme que la felicidad está en los pequeños detalles que nos da la vida.