Sola,
así estoy y estaré siempre. Sólo yo sé qué habita en lo más recóndito de mi
corazón y qué abarca cada uno de mis pensamientos. Sólo yo sé que mi alma errante
te busca. Sí, a ti. Sólo yo callo palabras mudas que gritan a oídos sordos.
Sólo yo sé todo lo que he perdido y que posiblemente jamás tuve. Sólo yo sé que
la felicidad no llamará a mi puerta ni que habrá un arco iris después de cada
tempestad. Sólo yo sé que el amor verdadero es el más vil cuento contado. Sólo
yo sé que la palabra ‘siempre’ es sinónimo de ‘hasta que me canse’. Sólo yo sé
que nada es lo que parece, pero todo parece lo que es. Sólo yo sé que tengo
piel de cordero cuando en verdad una fiera se apodera de mi interior. Sólo yo
sé que vestirse cada mañana con una sonrisa y conservarla intacta hasta el
atardecer es una fascinante utopía. Sólo yo sé que te necesito y que me
necesito a mí misma más que nunca. Sólo yo sé que cada amanecer me despierto
observando la puta realidad. Sólo yo sé que realmente no sé nada.
La
vida tiene tanto valor porque la muerte hace acto de presencia constantemente.
Se toma como algo malo, mezquino y retorcido, aun siendo un simple proceso más
que debemos de pasar. Es algo momentáneo, no durará para toda la vida, puesto
que ya careceremos de ella para entonces. Cuando la vida esté, la muerte no
existirá y cuando ésta reine, la vida se habrá ido.
Muchos
son de la creencia de espabilar a base de hostias, entre ellos me hallo. Aunque
la mayoría de las veces ni por esas consiguen ver lo que tienen ante sus ojos,
lo que el mundo les muestra con especial cariño. Ante un aviso inminente de
perder la vida es cuando deciden tomar riendas en el asunto, vivir al límite logrando
alcanzar el punto álgido de esto llamado vida. Es gracioso. El resto de días
desaprovechan las horas que les quedan, incluso llegan a permitirse el lujo de
aburrirse. ¿Todo sería distinto si naciéramos con un reloj pegado al culo que
nos marcase lo que nos queda o sería incluso peor?