- Cariño, ¿Por qué no compramos un castillo para vivir como reyes?

+ No, mejor compramos un manicomio y follamos como locos.

domingo, 22 de marzo de 2015

24 de febrero de 2015

Hace tiempo que no escribo, que no me dedico unas palabras ni tampoco se las dedico a nadie más. Hoy es distinto, hoy quiero disfrutar mi día.

Hoy cumplo 21 años, echo la vista atrás y mi cabeza se invade de un montón de recuerdos. Algunos no me gustaría tenerlos, pero sé que son esenciales, sino no sería quién ahora mismo soy. Otros ojalá pudiera disfrutarlos aunque fuera un mísero instante más. Dicen que todo pasa por algo, yo tengo claro que si pudiera hablar con mi yo de hace unos años le diría que estuviera tranquila y fuera fuerte, que todo lo malo que pueda pasar no es nada comparado con lo bueno que en un futuro alegrará su vida. Con el tiempo ambas nos daríamos cuenta que las cosas a veces no suceden como uno quiere y no por ello hay que tirar la toalla. También le pediría que pasara más tiempo con los que ya no están. No por decisión propia, sino porque no pueden. Están muy presentes en mi vida y en días como estos añoro un simple beso o un abrazo. Nunca he sido muy creyente, pero sé que una parte de ellos habita en mí gracias al recuerdo que dejaron en vida.

Es increíble todo lo que he aprendido estos años. De pequeña lo ves todo más sencillo, no tienes que preocuparte por lo que sucede. Tú única preocupación es disfrutar y ser feliz. Luego vas creciendo y pasas uno de los años más complicados en tu formación. Recuerdo que en mi adolescencia no lo pasé demasiado bien, tenía una pequeña lucha interior entre la persona que era y la que creía ser más los añadidos típicos de la edad. En estos primeros años se va creando una personalidad que de adulto estará medianamente asentada. Cuando pienso en mi adolescencia me viene a la mente mi hermana cuando intentaba entenderme y yo, en ese entonces, no sabía cómo agradecérselo, al igual que a mis padres. Ahora puedo hacerlo y esta es una forma. A mis dieciocho es cuando desperté de golpe. Ser mayor de edad te crea la falsa sensación de ser autosuficiente, aunque en realidad no es así. Es cuando más necesitas a tus seres queridos o amigos para darte cuenta de lo vulnerable que eres. Ahí es cuando yo me di cuenta de cómo iba la cosa. Siempre me ha gustado pensar y observar el mundo que me rodea. Sin embargo, a mis dieciocho aprendí que equivocarme sólo me hacía humana y me enseñaba lecciones que igual de otra manera no sería capaz de aprender. Aprendí a escuchar a mis mayores, aunque muchas veces no esté de acuerdo. Aprendí a conservar lo que de verdad me llena y apartar lo que me hace daño constantemente. Aprendí a agradecer la ayuda que me dan, que a veces no soy consciente de todo lo que mi familia ha hecho por mí porque me quieren. Aprendí a pedir perdón y a reconocer mis errores, es bien sabido que mi tozudez y mi orgullo a veces me invaden por completo.  Simplemente es necesario tragárselo. Aprendí a que los sueños no vienen cuando estamos dormidos, sino que hay que perseguirlos con mucho esfuerzo y constancia.

Con todo esto quiero decir que cumplir años me enorgullece. Quizá ahora porque son pocos, pero me gusta hacerlo y sobre todo poder compartirlo con la gente que quiero. Gracias a todos por formar parte de mí y de mis 21 años.